3/12/11

SOFISTAS TORPES

Si en el último post hablábamos de idiotas habilidosos como Solchaga, en esta tesis insustancial enceraremos brevemente a sus antagonistas, los sofistas torpes que, lejos de desarrollar tecnologías ensimismadas, atraviesan las ciencias, disciplinas, campos de conocimiento o cerramientos cualesquiera con la privilegiada ganzúa de la ética y el sentido común, que es muy de ellos. A estos podríamos someterles a una versión cutre e insustancial del falsacionismo popperiano, tal que así: imaginemos a uno de esos políticos, tertulianos o 15emistas que, henchido de sentido común, aprecian que no puede ser que los especuladores salgan de rositas mientras que el resto pagamos la crisis y tal... o pongamos, por ejemplo, que el gobernador de turno expresa, porque dice las cosas claramente, que él apuesta por la austeridad y el empleo. La criba lógica que proponemos para tamizar las frases sobre las que pararse a pensar un solo instante (o no), es la siguiente: proyectemos la negación de la frase y pensemos si es sostenible en el mismo campo lógico, es decir, otorguémosle (o no) beligerancia a la proposición o, lo que es lo mismo, posibilidad de ser negada y, aun así, seguir siendo defendida factualmente en el mismo territorio operativo desde el que surge. Pensemos, por ejemplo, en el político, tertuliano o 15emista que suelta un "los especuladores deben salir de rositas porque somos el resto quienes debemos pagar la crisis"... o pensemos en el gobernador que suelta un "yo apuesto por el gasto desenfrenado y el desempleo".... Pensemos ahora si son sostenibles estas negaciones desde el ámbito que faculta a estos tipos para componerlas. Si la respuesta es no y estas negaciones resultan paródicas, no les prestemos ni un segundo de atención ya que, entonces, las proposiciones originales eran, tan solo, universalidades implícitas en la propia profesión desde la que se emiten y, por tanto, como diría Solchaga, son mera metafísica que no puede ser negada, es decir,  que no dice nada; Y, como podrá comprobarse, en la sociedad de la comunicación muy poca gente dice algo.

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