28/3/12

LA HUELGA KIT-KAT


Cuando en el siglo XIX se teoriza la conflictividad capital/trabajo, los sujetos en juego quedan definidos por su representación jurídica. Es entonces cuando la estabilidad y permanencia de rol, así como la producción constante de una misma mercancía sin fecha de fin de producción a la vista, hacen de la huelga un instrumento básico para limar los beneficios del capital extraidos del trabajo como fuente hegemónica de creación de riqueza: la plusvalía que no se gana en un día, no se ganará ya nunca, porque era el tiempo lineal la medición objetiva de la ganancia.
Hoy, sin embargo, la relación capital/trabajo está articulada en variantes jurídicas inaprensibles, así como en formas menos definidas al margen del empleo; del mismo modo, la producción tardocapitalista se caracteriza por la inconstancia de la mercancía concreta, que renueva sus formas con prestancia, atrayendo así a un ejército de creativos y trabajadores del intelecto que ensayan soluciones sobre nuevas posibilidades de negocio, más o menos mediatamente, en plantilla o como autónomos, pero individualizadamente en todo caso (en eso, de un modo u otro, estamos casi todos).
De este escenario desformalizado e individualizado, emerge una tesis insustancial perturbadora como ninguna (esperamos miles de comentarios y sesudos argumentos que la desmientan): un día de huelga oficializada es, sobre todo, un modo de introducir temporalidad, discontinuidad y flexibilidad en el tejido reproductivo capitalista. Lo que la empresa no produce formalmente un día, lo producirá al siguiente (ha sido pactada la vuelta al trabajo), lo actualizará sin coste añadido para el capital porque el logro del resultado y su plazo ha sido asumido individualmente por un trabajador y, además, en el caso de asalariados, dejará de abonarse una jornada de trabajo (las empresas fabriles, incluso, agradecen que la producción se detenga un día, ya que el destino de la mercancía no está garantizado y buena parte de su personal es demasiado fijo como para poder pararlo sin costes).
La huelga general es un baile tribal en el que los despistados vuelcan todos sus complejos porque no entienden que la producción capitalista ya no se mide en tiempo irrecuperable, sino en propuestas personales que, en último término, se ponen en valor en un intercambio azaroso sin referencia ninguna (una comparación constante de capital riesgo en la que cada jugador intenta colocarse en posición ventajosa).
A pesar de todo, y como no podemos imaginar nuevos modos de acción social, hacemos huelga y bailamos como tribu que invoca la lluvia; estirado el asunto hasta esas figuraciones de creación de riqueza desregularizada, topamos con posturas tan acomplejadas y místicas, casi religiosas, como las de aquel parado que renuncia a su día de prestación por desempleo para que así conste entre los huelguistas, o las de aquellos colectivos que deciden no hacer las tareas de casa o no escribir en facebook para no engordar los beneficios del capital... No está lejos el día en el que la huelga consista, simple y complejamente, en el suicidio. Suponemos que ese día los sindicalistas trabajarán.
(Prueba de validez de una huelga: comparar el nivel salarial y tipología de contrato de un piquete con el del trabajador al que intenta convencer de que haga huelga.)

PostData oxigenadora: Los efectos  económicos de una huelga general controlada son los expuestos. Cabe, si acaso, hablar sobre la pertinencia del símbolo, sobre la pertinencia de sentirnos tribu de vez en cuando, pero ese es un debate de psicología social...

18/3/12

CON USTEDES, LA HUELGA!!!


Y llega la huelga general, que es el modo solidario de parar la producción, y dice la derecha que España no se lo puede permitir, y replica la izquierda que son los trabajadores quienes no pueden permitir esta España; porque está en juego la salvación obrera para unos y la de la riqueza nacional para otros; porque debemos parar la producción, esputan por aquí, no podéis parar la producción, eructan por allá… y entre tanto vocerío, acaban creyendo que, en la enredada economía post, parar la producción es cosa de su voluntad. Y así es como, en este entremés, derecha e izquierda ensayan sus guiones decimonónicos hasta la próxima función, preocupados, sobre todo, por el aplauso final.


PD: Ya que lo dicho es insustancial, ‘La Sala de Máquinas’ detendrá sus engranajes el 29M como buen laboratorio tragicómico que es… ¡¡que el capital no cuente con ninguna tesis insustancial, ni con la consiguiente plusvalía, para ese día!!

5/3/12

IT'S A MATHEMATICAL FACT!!!

Les presento a un señor norteamericano muy cabreado; cabreado porque de un hecho matemático le vienen todos los males...



El señor norteamericano cabreado, sin saberlo, da la clave de todo este asunto... y no por virtuosismo, sino porque ni él ni otros indignados son capaces de comprender que un hecho matemático es, precisamente, la mayor abstracción que puede ser generada por nuestro cerebro (a no ser, claro está, que lo comprendamos como mina de lápiz sobre folio, en cuyo caso los químicos tendrían mucho que decir sobre la complejidad del problema).
La cuestión es que, con la crisis, hasta las mentes más dispersas han adoptado repentinamente una cierta racionalidad global que les hace observar el problema tan externamente que incluso olvidan sus propias derivas vitales. Y es que ahora hasta el más tonto redacta una relación de medidas exigibles a la autoridad competente para hacer de este planeta algo más justo, más racional y más vivible conforme a pautas básicas de 'sentido común', según las cuales salen las cuentas... 
El problema, tomen nota los aludidos, es que el mundo no opera matemáticamente. El mundo no se articula en unidades imaginarias hasta una adecuación perfecta de cálculos, como hace la matemática, sino que, precisamente, el mundo es la burla constante que la realidad hace a la matemática. Las racionalidades de la economía son de cortísimo alcance; la normación de la casa, que es la ekonomos, apenas alcanza unidades de sentido ridículas que, idealmente, la matemática puede captar con su cálculo -infinitesimal si hace falta-. Pero el hecho de que la ciencia matemática pueda proyectar un cálculo global del mundo, no implica que la economía pueda asumir, como en una irrupción Deus ex machina, la fineza de sus cálculos. 
Solo partiendo de este desencanto podrán elaborarse políticas a la altura de la tragicomedia capitalista... una tragicomedia en la que los actores indignados apuntan furiosos hacia un gran espejo con forma de Banco, gritando '¡¡crédito!!¡¡crédito!!' o '¡¡sus indemnizaciones son nuestra miseria!!', sin interés por las complejas relaciones que se articulan en su reflectante interior...