10/6/12

Y LUTERO NOS RESCATÓ

Hay quienes piensan que, por fin, ha germinado la ética fraternal entre los hijos de Lutero, esos que están dispuestos a dejarnos 100000 millones de euros… y sin embargo no. El rescate de España aboceta un nuevo horizonte autodestructivo articulado en tres intensidades:
1ª) Control de las soberanías financieras disolutas: Las Comunidades Autónomas, ebrias de capitalismo, habían desarrollado un modo especulativo cajahorrista y provinciano que pasaba por la generación de riqueza cortoplacista e inmobiliaria a toda costa, en torno a clientelas paisanas, sin diversificación de negocios. Los desajustes causados fueron tales que este nivel de aparente riqueza solo se podía sufragar en una ficción presupuestaria que desestabilizaba el orden financiero europeo. Eso se acabó, porque vosotros, católicos que jugáis a ser autónomos –dicen los bárbaros– nunca habéis sabido especular utilitariamente. Parece razonable.
2ª) Gobernanza mediante la deuda: Nos dejan el dinero para tapar ese agujero y dicen que no hay condiciones para la gobernanza de España más allá de lo estrictamente financiero. El ejercicio de poder transpirenaico sobre los españoles, por tanto, no será vertical, sino que se inoculará de modo más fino en el funcionamiento lógico de la soberanía financiera propia: los intereses derivados del préstamo serán computados como deuda soberana, de tal modo que, para seguir cumpliendo los objetivos de déficit, deberá presupuestarse menos en otras áreas. No hacen falta hombres de negro. Seremos nuestros propios hombres de negro para nosotros mismos. Un poco menos razonable.
3ª) Inhabilitación del Estado: Desactivan el sistema financiero de las CCAA, correcto, controlan el territorio mediante el déficit, está bien, pero, sobre todo, lo que trasluce en último término de esta crisis en Europa es que, definitivamente, el Estado ya nunca podrá gastar más de lo que tiene. En otras palabras, el Estado no podrá endeudarse, no podrá invertir, de tal modo que, técnicamente, el Estado keynesiano que conocíamos pasa a ser, por fin, un sujeto inhábil para cualquier actividad económica, ya que cualquier otro sujeto con capacidad de endeudamiento ofrecerá, en un sistema de flujo de capitales vertiginoso, mejores servicios. Lutero nos ha hecho, por fin, verdaderamente autónomos: el Estado es para los débiles de espíritu, así que queda certificada la defunción de la razón colectiva.

El rescate de España parece marcar el principio del fin de la crisis económica iniciada en 2008. La clase media que estos últimos años ha jugado a la Revolución respira más tranquila, ya que sus ahorros están garantizados… lo que les importa menos es que ya nada volverá a ser lo mismo. La restructuración operada nos sumerge en un nivel desconocido del circuito capitalista, un nivel en el que parte de esa clase media que nunca apostó por salir de este proyecto europeo serán parias. Tal vez, entonces, jueguen a la Revolución con algo más de fe.

3/6/12

LA FÁBULA EUROPEA DEL ENDEUDAMIENTO


Esopo elogió la conveniencia del ahorro en su famosa fábula, proyectando esa virtud en una hormiga que acumula el fruto de su trabajo durante el verano para así dar esquinazo a las durezas del invierno. Lo que fue velado es que el fabulador tracio elogió también otro tipo de virtud; y es que cuando la cigarra se vio sin recursos en invierno, la hormiga comprendió que lo ahorrado debía compartirse.
La bárbara versión moderna de esta fábula evita un final tan razonablemente helénico y, reconstruida sobre las bases individualistas de  la modernidad, introduce una variante nada marginal –aunque de raigambre marginalista, esa escuela económica que raptó a Europa– en la que la cigarra debe asumir las consecuencias de sus ligerezas y arreglárselas sin la caridad de la hormiga.
Como la ética de los tiempos la marcan las fábulas, las cigarras, desde esta última versión, debieron decidir entre ahorrar como una hormiga o –y esta segunda opción nunca pudo imaginarla Esopo– endeudarse hasta las cejas para comprar los medios y las técnicas con los que las hormigas obtienen sus frutos. Es así como las hormigas, sin que medie caridad, siguen manteniendo a las cigarras y, además, pagan las deudas contraídas por estas. ¿Ingenioso, verdad?
Esta es, como todo el mundo sabe, la lógica del capital: endeudarse en la dirección acertada para tomar ventaja frente al resto. Y es que el progreso, el crecimiento o la creación de riqueza es, a fin de cuentas, una huida hacia delante en la que un individuo, una empresa o un Estado se endeudan virtuosamente para que, en un determinado plazo, les deban más dinero del que ellos deben. El problema es que, aunque queramos sacudirnos esta lógica de encima, no podemos, ya que cruza nuestros cuerpos tan intensamente que trasciende voluntades: no solo operaba esta lógica en aquel aciago momento en el que compramos el coche o el piso, sino que opera cuando una empresa nos da o nos quita trabajo, o cuando el Estado sube o baja nuestras pensiones, invierte o desinvierte en sanidad... Nuestras vidas se mueven al son que marca la virtud del endeudamiento; el individual, el empresarial o el público.
Hay crédulos que insisten en describir el progreso como una sedimentación de derechos subjetivos, como el resultado lineal de la voluntad empecinada de lo humano. Hay quien comprende, sin embargo, que todos esos derechos son el resultado de deudas cruzadas, deudas entre individuos, empresas y Estados que habilitan estatutos concretos (sin perjuicio de la lucha que por ellos libraron los interesados, pero en las coordenadas de lo que posibilitaba lo adeudado, como saben nuestros colonizados).
Esta es la lógica descriptiva de nuestra historia que parece eclosionar estos días de prima de riesgo y endeudamiento desmedido. Son los días en los que los humanistas insisten en que nuestros derechos no se negocian. No entienden que nuestros derechos siempre han sido un negocio tras otro. Cuando los obtenemos, dicen, es el fruto de nuestra férrea voluntad. Cuando nos los quitan, se lamentan, es culpa de especuladores y cigarras que reclaman sus deudas. En realidad, obtenidos o perdidos, nuestros derechos son el resultado de lo que pagamos y lo que nos pagan. Son las mercancías a las que tenemos acceso.
Ya sospechábamos que los griegos, los portugueses, los italianos o los españoles –esos residuos de civilizaciones clásicas– eran gente inadaptada para el negocio del endeudamiento, la amortización y la recursividad capitalista. Al fin y al cabo solo piensan en el prójimo próximo (sanidad, pensiones, enchufismo y, si acaso, alguna cadena de oro). Lo que sabemos ahora es que, cuando la cigarra europea ha hecho de nosotros hormigas ahorradoras que pagarán todo (deudas propias y ajenas), no hay ni una sola voz que, en lugar de pedir más crédito para seguir haciendo frente a los débitos, reconozca en el proyecto europeo el sadismo bárbaro que constantemente inventa deudas y exige responsabilidades. No hay ni una sola voz en nuestro páramo político que busque otro horizonte a la altura de la tradición racionalista, la de verdad, no la moderna.
Si todo va como se espera, alguien adelantará el dinero de nuestro endeudamiento poco virtuoso y nuestros políticos más humanistas volverán a pedir derechos subjetivos en un nuevo marco de lo posible, intentando generar situaciones ventajosas frente a otros en el largo invierno que se nos viene encima. Si, por esas casualidades de la historia, radicalizamos la crítica, tal vez podamos, de una vez por todas, renegar de la fábula del endeudamiento y trazar una tangente real a la circularidad del autodestructivo proyecto europeo. Eso sería, tras décadas de mascarada y dudosos sujetos revolucionarios, una decisión relevante y posible. Eso sería, después de mucho tiempo, política real.

25/4/12

POR FIN LAS COSAS ESTÁN MAL


Por fin las cosas están mal. Llevamos toda la vida esperando la revolución y, ahora que hay algún síntoma de su venida, nos dedicamos a exigir el mantenimiento de nuestros derechos subjetivos, cada uno el suyo: ésta es la lucha de clases que nos ha dejado el estado del bienestar. Y es que la racionalización del gasto, los recortes, son la certificación de que el proceso especulativo y recurrente del capital está encasquillándose –proceso especulativo ordenado durante unas décadas por el keynesianismo, ya saben, eso de enterrar dinero para luego pagar a otros por encontrarlo–. Fue esa especulación la que colmó nuestros cuerpos de derechos (derecho a manufacturar coches toda la vida, derecho a comprar luego el coche manufacturado, derecho a tener unas gafas nuevas…) y ahora que nos los quitan, señalamos con el dedo a quienes nos los concedieron con su especulación (porque aunque perdieron alguna que otra batalla de la plusvalía frente a la clase obrera y la Urss, al final ganaron la guerra); Sin embargo, ¿acaso esperaban que las contradicciones capitalistas no se llevaran por delante esa pléyade de derechos subjetivos de la clase media? ¿Acaso creían que la clase media era el sujeto revolucionario por el mero hecho de haber salido beneficiada de la lucha de clases el siglo pasado? El mejor tamiz para discernir, en este ajuste del crédito, al sujeto revolucionario del sujeto reaccionario es diferenciar a quienes exigen sus derechos cuando se los tocan y a quienes exigen una reinvención del derecho que vaya más allá de manufacturar, ser guapo y llevar gafas. La clase obrera ya no puede procurarse a sí misma una unidad de acción en el terreno postfordista. La unidad de acción, en este escenario, pasa, esencialmente, por una nueva estrategia de lucha que reinvente el carácter del derecho a exigir. Esperamos que, en esta labor, Miguel Bosé no sea el Lenin postmoderno:


23/4/12

ESPECULACIÓN, EMPLEO Y RACIONALIZACIÓN DEL GASTO

Si algún lector autocomplaciente ojea estas líneas a párpado medio bajado, mejor será que regrese a su ventana del diario Público, porque, como bien saben los visitantes habituales de este blog, no diremos aquí eso de que por culpa de los especuladores ahora sufrimos los recortes, y plim; sería una (im)postura demasiado  cómoda, una postura en la que poder quedarnos cerebralmente quietos, que es un estado profundamente reaccionario, casi tanto como movilizar los cuerpos sin ton ni son; ahí va, por tanto, una movilización cerebral:
Fíjense cómo el personal, ante la tesitura económica, compone sin miramientos un discurso popular en el que se reniega al unísono de la especulación y de los recortes. Y es que, encorsetados por los ajustes presupuestarios y la racionalización del gasto, el pueblo sigue indignado pidiendo empleo mientras señala con el dedo a cuatro tipos con sombrero de copa... Debe de haber algo en el aire que hace pensar al indignadismo en general (del sindicalismo, en concreto, ni hablamos) que el empleo es ese derecho natural que poseemos si todo está normal, de modo que, anormalmente, cuando los especuladores irrumpen y se quedan con el dinero, acaban con el empleo. Y en realidad se quedan con el dinero, sí, y acaban con el empleo, sí, pero ese empleo que crearon a golpe de especulación. Nuestros empleos, todos, son el fruto directo de mecanismos especulativos; solo nos pagan porque alguien (a veces el trabajador mismo si es autónomo, otras veces un tipo desde Wall Street) ha conseguido, espectralmente, hacer ver a un público determinado que necesita algo que solo él puede darle. Y solo en este juego de espejos, a veces, muy de vez en cuando, cobra sentido –y valor de cambio– poner tuercas, diseñar planos, impartir clases, jugar a fútbol o escribir un libro (o un blog).
¿Realmente hay ilusos que creen que el derecho laboral va a garantizar el desempeño de actividades tan rocambolescas y azarosas como las del homo-postmodernus? Sí, ilusos que creen que en el esfuerzo, en las competencias, en las aptitudes, en la formación, en el talento –per se– está la fuente de toda riqueza, como cree CR7 sin saber que la fuente de su riqueza es una enmarañada especulación que ha otorgado valor a su cuadríceps como se lo podía haber otorgado a mi inigualable meñique izquierdo, ¡maldita mi suerte!. El capitalismo de casino no radica solo en el universo inescrutable de las finanzas internacionales, sino que atraviesa cada una de nuestras apuestas de negocio, de nuestra puesta en venta como fuerza de trabajo.
Y, claro, si sobre este desequilibrio esencial de los empleos se cierne la racionalización del gasto, sucede que todos nos quedamos sin empleo, porque con el cinturón apretado pocos pueden convencer a nadie, ni siquiera al Estado, de la necesidad de consumir lo que ofertan. Solo hay riqueza de la nación, progreso y crecimiento cuando una población tiene fe (crédito, dirían los banqueros) en una determinada sinrazón económica, volcándose todos en el señuelo de turno (ya saben, como cuando Springfield creyó en el monorraíl... España creyó en la construcción, mientras Alemania o EEUU creyeron en la tecnología, que, por lo que se ve, tiene más recorrido, ya veremos cuánto).
De este modo, la contradicción anunciada toma la siguiente forma concreta: quienes piden empleo, piden –sin saberlo– más especulación; quienes reniegan de la especulación, reniegan –sin saberlo– de su empleo. Quienes piden estabilidad en el empleo, piden especulación ma non troppo, es decir, keynesianismo, esa cosa del siglo XX basada en la industria y sus empleos para toda la vida. Pero ni estamos en el siglo XX, ni hay industrias dispuestas a fabricar indefinidamente mercancías que no pueden colocar, así que, en este cambio de agujas, pueden adoptarse dos posturas: indignarse, brindar al sol desde las categorías keynesianas y gritar créditocrédito, o radicalizar la crítica, para lo cual, antes que nada, procede localizar las raíces, procede movilizarse mentalmente y asumir, como decía Jappè, el desencantamiento que nos atenaza y nos convierte en ridículos ciudadanos que lo mismo piden una cosa que la contraria, con el único objetivo de no ser molestados en su ciclo de rigidez mental, reivindicación de derecho subjetivo y dolce vita.



11/4/12

NO FUTURE

Entre las discusiones sobre cifras, recortes, asignaciones, contenciones e incontinencias, en toda la verborrea sobre los Presupuestos Generales del Estado, se desliza un cierto tono de obituario. Los Presupuestos, ese dispositivo que navega entre lo político, lo jurídico y lo económico fue, anualmente, la proclamación soberana de toda una racionalidad: una destreza de escuadra y cartabón sobre la riqueza de la nación, un cálculo de movimientos en el tablero de la economía política. Fue un álgebra del coste y el beneficio, de intervención y reconfiguración de lo social, atravesada por el dilema liberal de no gobernar demasiado, ni demasiado poco. Fue, en definitiva, una economía de la planificación portadora de toda una posse de autoconocimiento y medición –al margen del contenido de realidad de semejante posse–.

Decimos fue porque nuestra tesis –apresuradamente insustancial– afirma que los Presupuestos no son portadores ya de racionalidad económica alguna. Los Presupuestos han devenido, como casi todo lo demás, un instrumento de gestión del riesgo, un dispositivo más en la administración de la catástrofe. Más aún, su funcionalidad ha devenido puramente semiótica: ni siquiera un mensaje, tan sólo un signo, una señal, un indicio, que un agente económico llamado Reino de España –tan soberano como cualquier otro agente económico en el mercado mundial– lanza a la constelación de flujos de capitales a la espera, a su vez, de los recíprocos signos, señales, indicios, de que la cosa va por buen camino. Las discusiones materiales sobre partidas y atribuciones parecen casi un tedioso trámite, un entretenimiento en los significados, frente al auténtico valor significante del presupuesto-indicio.

Cuando el sistema económico sólo es capaz de reproducir el valor a través del crédito –es decir, mediante la anticipación de ganancias futuras previstas– el futuro suplanta al presente y la realidad se torna realmente virtual. Lo dicho, la lógica económica del coste-beneficio se diluye en la racionalidad de la prevención del riesgo, o más bien de la pura precaución: la decisión en un contexto de opaca incertidumbre. No nos extrañe sorprender a nuestra asamblea soberana, un día de estos, augurando en las entrañas de un pollo destripado sobre la tribuna del Congreso antes de votar la próxima medida legislativa.

4/4/12

LA PASIÓN COMUNISTA


Son de sobra conocidas las tesis de Weber sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo, que es esa extraña presencia que inoculó Lutero en las conciencias de los europeos y que hizo de ellos lectores de biblias traducidas a las lenguas vulgares; lectores capaces de enfrentarse directamente a dios (minúsculo) y a sus renglones torcidos; tan torcidos que degeneraron en garabatos sin trascendencia ninguna. En esta traslación de la normatividad divina al interior del individuo se gestó el deber ser, todo ese actuar en conciencia que, estirado hasta el nuevo concepto de comunidad (la nación y su riqueza) se transformó en esa ética laboral que todos sufrimos. La sublimación de esta lógica fue sancionada por las revoluciones ilustradas, que la naturalizaron  a golpe de laicismo, adjudicándose en exclusiva, como si fuera un descubrimiento científico, la razón que durante siglos, e incluso milenios, habían labrado filósofos griegos, juristas romanos y escolásticos españoles.
En este proceso, la Iglesia Católica fue resituada en la historia como una suerte de poder sectario tenebroso que impedía el progreso (ya saben, Galileo y esas cosas), progreso que, desembarazado de católicos, pactó con el capital el fin de la historia; tan invencibles se sentían progreso y capital, que tuvo que inventarse la Crítica, esos libros en los que Marx trató de anclar el progreso a la racionalidad socialista (ya vamos dando sentido al título). Así fue que el comunismo rescató aquello del género humano, que era una expresión muy en desuso desde la invención del individuo autónomo luterano. Y es que Marx, en el fondo, era judío y, como todos los judíos, profundamente antiluterano desde que el fraile loco invitara a quemar las sinagogas alemanas.
Católicos y comunistas, subrepticiamente emparentados (y, como buenos parientes, enfrentados) han renegado ambos, en tiempos distintos de su evolución, de la reforma luterana que guía el espíritu del capitalismo y, por tanto, del progreso desbocado sin referencias externas; ese progreso que busca valor en tanto que valor, más allá de ninguna necesidad objetiva. Católicos y comunistas asumen, en cierto modo, sendas revelaciones que fijan una ética racional de afección entre cuerpos –demostrada, por cierto, por otro judío, este más meridional– que trasluce en un cuerpo político horizontal. En este cuerpo político horizontal todos somos hermanos o, como dijo el Ché, compañeros, que es más importante. Y, a diferencia de la solidaridad coyuntural que surge, oportunista, entre individuos autónomos, la hermandad o la clase forman un solo cuerpo (omnes et singulatim): si le tocan a uno, nos tocan a todos.
Pero no solo. Porque católicos y comunistas también ordenan su lucha en modos similares: a través de cierta intelligentsia competente, formada y avanzada. Así es como el sacerdote intermedia entre el latín de las escrituras y la conciencia de los fieles; y así es como el Partido, vanguardia de la clase, interpreta la ciencia social sin necesidad de que el obrero acceda directamente a ella. Así es como el sacerdote impone la penitencia en el nombre de Dios; y así es como la organización comunista exige sacrificios en el nombre de la clase. Porque en la penitencia está la redención. Y si la penitencia del católico es el dolor que guía hasta la muerte, que es el fin de la vida (esa cosa sacralizada por los judíos e institucionalizada por la Iglesia tras la negociación de San Pablo con los rabinos), la penitencia del comunista es el dolor del trabajo (ganarás el pan con el sudor de tu frente), que vacía sus cuerpos a golpe de plusvalía. Lo sagrado son los cuerpos, sus vidas, sus relaciones, sus afecciones, su emancipación a través de lo colectivo, su independencia a través de las dependencias simétricas: el amor, en definitiva. El camino, sin embargo, es pura estrategia que pasa por el antagonismo de su meta, es decir, por el dolor, ese que Dios, a través de su Iglesia, como un Lenin sonriente, nos explica que debemos sufrir hasta que llegue la liberación final (el Reino de los Cielos, el Comunismo, aunque, mientras tanto, como dice Chávez, nos queda el Reino de Dios en la Tierra, el Socialismo). Porque solo sintiendo el dolor que siente el más desgraciado de la hermandad, de la clase, sucede la purificación que dignifica para la lucha.


Lo curioso es que las escenificaciones de estos dolores, que proceden de una misma episteme, se están solapando estos días en el Imperio. Una oportunidad única, como el paso de un cometa, para comparar en vivo la íntima relación entre católicos y comunistas, para constatar, a través de sus simbologías, que unos y otros están recorridos por la misma ética, aunque no lo sepan, aunque se crean contrarios; y es que unos y otros tratan de ejercer esa ética bajo el mismo modelo de acción: El 29M, día de la huelga general, asistimos al ritual en el que los penitentes, anónimos, enarbolaban el cartel de la hermandad a la que pertenecían, como en una procesión de Semana Santa –a diferencia de lo que ocurre con los idealistas del 15M, individuos autónomos encauzados completamente en la comunicación racional, interpersonal laica e ilustrada (esto último pretende ser una crítica, por cierto)–. El 29M, los obreros escenificaban su penitencia en tanto que trabajadores: no pedían dinero, mercancías o mejores cauces de participación política (como en el 15M o como en las revueltas de Londres el pasado año), sino que pedían trabajo, pedían generar plusvalía, pedían reificar sus cuerpos, pedían dolor, como el que se pide en una procesión para revivir la pasión del salvador. La imaginería recorre, igualmente, los mismos significados: la cruz es el símbolo del dolor previo a la muerte liberadora como la hoz y el martillo representan el sufrimiento de un cuerpo reificado que pronto se emancipará.


Suponemos que esta tesis, insustancial como pocas, incordiará tanto a comunistas como a católicos. Los unos porque no saben que, en realidad, están recorridos por la perspectiva y estrategia católicas, los otros porque no quieren enterarse de que su concepción del mundo les impide subirse al tren sin frenos de la autorreferencialidad europea, practicando, así, una suerte de comunismo velado (lo social es caridad) que torpedea el progreso capitalista. Y es que las competencias, las habilidades, la capacidad de emprendimiento, esas exuberancias del capitalismo tardío, son, para los católicos, un don de Dios, algo llegado de fuera que debe ponerse en común y que encaja sin fisuras con la máxima comunista: de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad: Mal negocio para Lutero y sus secuaces que, subidos al trono de Europa, nos tienen por indeseables PIGS católicos o por malditos cerdos comunistas.

2/4/12

ORDEN SOCIAL, DESEO Y ANTAGONISMOS



ORDEN SOCIAL, DESEO Y ANTAGONISMOS
APORTACIONES AL CICLO
La filosofía como pensamiento socialmente inmerso, celebrado en el Ateneo Riojano

Sergio Pérez González
David San Martín Segura
Belén Castellanos Rodríguez
(Eds.)

De octubre de 2010 a junio de 2011 se desarrolló en el Ateneo Riojano de Logroño el ciclo, organizado por La Sala de Máquinas, La filosofía como pensamiento socialmente inmerso, conformado por una serie de conferencias que, armadas desde la filosofía, combatían en diversos terrenos de batalla; terrenos heterogéneos aunque convenientemente hilvanados con las tres puntadas propuestas en el título de este libro: orden social, deseo y antagonismos. Tres puntadas que atraviesan los textos aquí presentados y que, en esencia, son el reflejo, algo reestructurado por sus autores, de lo que se dijo en el privilegiado foro del Ateneo logroñés. Y es que las seis intervenciones que siguen parecen serpentear con cierta distracción por esa diversidad de lo social hasta que, de referencia en referencia, en ese diálogo susurrado entre conferenciantes, irrumpe una gruesa línea de sentido distinguible desde cierta distancia: todas las aportaciones conciben un estado actual de las cosas, un orden social, una estructura o una dinámica que, en estos tiempos constituyentes, debe vérselas con el deseo, con las apetencias, con el inconsciente o el fragor, el de los individuos o el de los colectivos, el de las personas o el de los pueblos; un orden que a veces reprime y a veces se alimenta de esas pasiones que nos transitan, que compartimos, que celebramos o de las que nos avergonzamos… Y de esta tensión emergen las teorías sobre los antagonismos. Se trata de ese poso dialéctico que espera su momento en cada autor, en cada conferenciante, para apostar por cierta síntesis en la que congelar el conflicto, como en una instantánea, para así desvelar amigos y enemigos.

ÍNDICE

Prólogo

Trabajo, fetichismo y proletarización del consumo
Santiago Alba Rico

Inconsciente y cultura en Levi-Strauss
Belén Castellanos Rodríguez

Gabriel Tarde y la métrica del deseo
David San Martín Segura

Redes sociales y riqueza común
Sergio Pérez González

Resistencias desde las fronteras:
historia de una experiencia de escritura colectiva
Lorena Fioretti

Lo bueno de la filosofía política y lo malo de prohibir el burqa
A. Daniel Oliver-Lalana


Disponible a texto completo en Dialnet:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=491233

28/3/12

LA HUELGA KIT-KAT


Cuando en el siglo XIX se teoriza la conflictividad capital/trabajo, los sujetos en juego quedan definidos por su representación jurídica. Es entonces cuando la estabilidad y permanencia de rol, así como la producción constante de una misma mercancía sin fecha de fin de producción a la vista, hacen de la huelga un instrumento básico para limar los beneficios del capital extraidos del trabajo como fuente hegemónica de creación de riqueza: la plusvalía que no se gana en un día, no se ganará ya nunca, porque era el tiempo lineal la medición objetiva de la ganancia.
Hoy, sin embargo, la relación capital/trabajo está articulada en variantes jurídicas inaprensibles, así como en formas menos definidas al margen del empleo; del mismo modo, la producción tardocapitalista se caracteriza por la inconstancia de la mercancía concreta, que renueva sus formas con prestancia, atrayendo así a un ejército de creativos y trabajadores del intelecto que ensayan soluciones sobre nuevas posibilidades de negocio, más o menos mediatamente, en plantilla o como autónomos, pero individualizadamente en todo caso (en eso, de un modo u otro, estamos casi todos).
De este escenario desformalizado e individualizado, emerge una tesis insustancial perturbadora como ninguna (esperamos miles de comentarios y sesudos argumentos que la desmientan): un día de huelga oficializada es, sobre todo, un modo de introducir temporalidad, discontinuidad y flexibilidad en el tejido reproductivo capitalista. Lo que la empresa no produce formalmente un día, lo producirá al siguiente (ha sido pactada la vuelta al trabajo), lo actualizará sin coste añadido para el capital porque el logro del resultado y su plazo ha sido asumido individualmente por un trabajador y, además, en el caso de asalariados, dejará de abonarse una jornada de trabajo (las empresas fabriles, incluso, agradecen que la producción se detenga un día, ya que el destino de la mercancía no está garantizado y buena parte de su personal es demasiado fijo como para poder pararlo sin costes).
La huelga general es un baile tribal en el que los despistados vuelcan todos sus complejos porque no entienden que la producción capitalista ya no se mide en tiempo irrecuperable, sino en propuestas personales que, en último término, se ponen en valor en un intercambio azaroso sin referencia ninguna (una comparación constante de capital riesgo en la que cada jugador intenta colocarse en posición ventajosa).
A pesar de todo, y como no podemos imaginar nuevos modos de acción social, hacemos huelga y bailamos como tribu que invoca la lluvia; estirado el asunto hasta esas figuraciones de creación de riqueza desregularizada, topamos con posturas tan acomplejadas y místicas, casi religiosas, como las de aquel parado que renuncia a su día de prestación por desempleo para que así conste entre los huelguistas, o las de aquellos colectivos que deciden no hacer las tareas de casa o no escribir en facebook para no engordar los beneficios del capital... No está lejos el día en el que la huelga consista, simple y complejamente, en el suicidio. Suponemos que ese día los sindicalistas trabajarán.
(Prueba de validez de una huelga: comparar el nivel salarial y tipología de contrato de un piquete con el del trabajador al que intenta convencer de que haga huelga.)

PostData oxigenadora: Los efectos  económicos de una huelga general controlada son los expuestos. Cabe, si acaso, hablar sobre la pertinencia del símbolo, sobre la pertinencia de sentirnos tribu de vez en cuando, pero ese es un debate de psicología social...

18/3/12

CON USTEDES, LA HUELGA!!!


Y llega la huelga general, que es el modo solidario de parar la producción, y dice la derecha que España no se lo puede permitir, y replica la izquierda que son los trabajadores quienes no pueden permitir esta España; porque está en juego la salvación obrera para unos y la de la riqueza nacional para otros; porque debemos parar la producción, esputan por aquí, no podéis parar la producción, eructan por allá… y entre tanto vocerío, acaban creyendo que, en la enredada economía post, parar la producción es cosa de su voluntad. Y así es como, en este entremés, derecha e izquierda ensayan sus guiones decimonónicos hasta la próxima función, preocupados, sobre todo, por el aplauso final.


PD: Ya que lo dicho es insustancial, ‘La Sala de Máquinas’ detendrá sus engranajes el 29M como buen laboratorio tragicómico que es… ¡¡que el capital no cuente con ninguna tesis insustancial, ni con la consiguiente plusvalía, para ese día!!

5/3/12

IT'S A MATHEMATICAL FACT!!!

Les presento a un señor norteamericano muy cabreado; cabreado porque de un hecho matemático le vienen todos los males...



El señor norteamericano cabreado, sin saberlo, da la clave de todo este asunto... y no por virtuosismo, sino porque ni él ni otros indignados son capaces de comprender que un hecho matemático es, precisamente, la mayor abstracción que puede ser generada por nuestro cerebro (a no ser, claro está, que lo comprendamos como mina de lápiz sobre folio, en cuyo caso los químicos tendrían mucho que decir sobre la complejidad del problema).
La cuestión es que, con la crisis, hasta las mentes más dispersas han adoptado repentinamente una cierta racionalidad global que les hace observar el problema tan externamente que incluso olvidan sus propias derivas vitales. Y es que ahora hasta el más tonto redacta una relación de medidas exigibles a la autoridad competente para hacer de este planeta algo más justo, más racional y más vivible conforme a pautas básicas de 'sentido común', según las cuales salen las cuentas... 
El problema, tomen nota los aludidos, es que el mundo no opera matemáticamente. El mundo no se articula en unidades imaginarias hasta una adecuación perfecta de cálculos, como hace la matemática, sino que, precisamente, el mundo es la burla constante que la realidad hace a la matemática. Las racionalidades de la economía son de cortísimo alcance; la normación de la casa, que es la ekonomos, apenas alcanza unidades de sentido ridículas que, idealmente, la matemática puede captar con su cálculo -infinitesimal si hace falta-. Pero el hecho de que la ciencia matemática pueda proyectar un cálculo global del mundo, no implica que la economía pueda asumir, como en una irrupción Deus ex machina, la fineza de sus cálculos. 
Solo partiendo de este desencanto podrán elaborarse políticas a la altura de la tragicomedia capitalista... una tragicomedia en la que los actores indignados apuntan furiosos hacia un gran espejo con forma de Banco, gritando '¡¡crédito!!¡¡crédito!!' o '¡¡sus indemnizaciones son nuestra miseria!!', sin interés por las complejas relaciones que se articulan en su reflectante interior...

16/2/12

EL TRIBUNAL SUPREMO HABLA Y LA IZQUIERDA NO LE ENTIENDE

El Tribunal Supremo ha avalado el tratamiento de datos de carácter personal sin necesidad de que el interesado dé su consentimiento. 
De este modo, y más allá de violaciones de la intimidad y otros argumentos de programa rosa, el Tribuna Supremo, sin cortapisas ni voluntades necesarias, nos ha declarado a todos -en tanto que procesadores comunicativos- mercancía a disposición del capital. Mientras la izquierda vuelca su atención sobre las derivas innegociables del estatuto del trabajo -ese derecho especial del estado del bienestar que ya nunca volverá- no repara ni por un segundo en que son estas sentencias las que están escribiendo el futuro de nuestros cuerpos...
Porque la intensidad y violencia con la que el trabajo y la creación de valor hará de todos nosotros meros residuos, depende de cómo nos están re-titularizando jueces y legisladores, no de cómo intentamos mantener las titularidades del pasado a fuerza de sindicalismo decimonónico.

13/2/12

ENTONCES... ¿TODOS SOMOS GRECIA?


Ahora es cuando todos enardecemos, porque ahora es cuando podemos verlo todo en clave de sencillas dualidades comprensibles: las masas parecen estar muy seguras al posicionarse contra la flexibilización de la nueva reforma laboral, esa que marca la frontera entre trabajadores y empresarios; y las masas parecen convenir, sin duda, que si por ellas fuera estarían quemando edificios, como en Grecia...


Pero esta teatralización en la que, estos días, las masas se encuentran a sí mismas, es un coletazo del pasado, una reminiscencia proustiana: en realidad la masa no sabe muy bien si está compuesta por trabajadores platónicos o por creadores aristotélicos; porque en el fondo de la masa desestructurada, es decir, en el fondo del sujeto, se cruzan corrientes de difícil conciliación: la masa quiere ser unidad obrera pero la masa se agrieta en átomos de creadores únicos y especiales, genios, todos genios hiperformados. La masa quiere ser belicosa frente al empresario, pero la masa es un agregado de individuos heterogéneamente cualificados que sublima sus capacidades hasta convertirse en empresario que apuesta por sí mismo. En esta esquizofrenia, lo que la masa no sabe es que si los trabajadores griegos consiguen escapar del yugo europeo y luterano, les espera la estabilidad laboral a golpe de moneda devaluada y exportación de barcos, es decir, a golpe de trabajo manufacturero y periférico. No se trata de que a los trabajadores europeos les falte conciencia de clase, sino de que tienen conciencia de no querer volver a los astilleros habiendo probado los ordenadores personales, el diseño, la gestión de recursos, el arte, la cultura y, en general, la economía especulativa 2.0.

El ejemplo griego pone en escena la organización de las masas frente a enemigos reconocibles que les cierran las escuelas, los hospitales y los astilleros... ¡ojalá consigan repeler a esos europeos e inventar alternativas! Pero el ejemplo griego, traspuesto literalmente al resto de Europa, es una frivolidad. Porque la experiencia helena solo puede tomarse en serio convenientemente modulada; porque aquí ya es tarde para creernos rudos estibadores de puerto...

8/2/12

CONTADOR, CON OJOS DE GATO DE SHREK...


Decía Eufemiano Fuentes que sí, que él suministraba esto y lo otro, pero que lo hacía porque era su trabajo (risas, claro). Y sin embargo, a pesar de las risas, eso que decía nuestro querido doctor Colombia es la verdad más descarnada que se ha escuchado últimamente en foros deportivos (salvadas, claro está, tautologías a lo Sergio Ramos, heredero natural del inolvidable orador Fernando Hierro). Eufemiano, también conocido como Eufemismo, sostenía que él no era el desencadenante de los triunfos, las derrotas, los positivos o los negativos, sino que era parte del engranaje de una disciplina que había perdido el rumbo desde que los deportistas buscaban marcas inhumanas, de tal modo que su papel se reducía a mantener con vida cuerpos estirados más allá de los límites biogenéticos soportables. Ya se sabe, el hipócrita juramento hipocrático del científico. Porque Eufemiano es un científico, y a ojos de un científico el deporte deja de ser un espectáculo en el que se juega, se pasa y se toca, para convertirse en otro juego más lógico y determinado, en una ecuación de dos variables evidentes y relativamente previsibles con las que trabajar en abstracto: el cuerpo humano y las marcas.

Y así, cuando el deporte se hace negocio, los profesionales se relacionan entre sí a partir de esa ética del trabajo abstracto: miles de deontologías, lógicas científicas, juramentos hipocráticos y hasta razones de Estado (la riqueza de la nación, la marca España) se vuelcan en el asunto. Y entonces, con tanto profesional volcado, se olvidan las referencias originarias –eso de jugar y mantenerse en forma– porque, de repente, se interpone la cosa del oficio y del deber protocolizado en busca de la marca: fisios, estrategas, psicólogos, dietistas, masajistas, cardiólogos, traumatólogos, endocrinos, hematólogos… una cohorte de especialistas implantando protocolos tecnológicos en los cuerpos y hábitos de los deportistas, que hace de todos ellos una suerte de Pistorius disimulados… la cosa del negocio…

El dopaje es solo una variante más de esa tecnologización, como las piernas de Pistorius. La diferencia formal que el derecho traza entre el dopaje y el resto de tecnologización disciplinada del deportista es que aquel, dicen los científicos relativistas postmodernos, es malo para la salud… ya se sabe, las fronteras difusas del derecho. En realidad, caerse por unas escaleras es mejor para el cuerpo que someterlo diariamente a un entrenamiento que trate de estirar hasta el último hálito las posibilidades físicas (ingenuos legisladores…). Sin embargo, el derecho –que es el modo de tener la sartén por el mango sin que se note– elabora listas de productos prohibidos. ¿Por qué? Porque la única manera de mantener cierto orden en el deporte pasa por modular el progreso tecnológico si este resulta inmediatamente ingobernable. Así, si el dopaje –o la tecnología química aplicada al cuerpo– no fuera regulado, conformaría un escenario en el que el campeón sería, sencillamente, el primero de los que siguieran vivos tras cruzar la meta (y ese momento, aunque llegará, hay que retrasarlo, como los estallidos de las burbujas en cualquier negocio). Porque el dopaje no se diferencia de los demás ámbitos tecnologizados del deporte en que sea malo para la salud, sino en que se implementa en el deportista de manera automática, sin procesos de aprendizaje o lentas interiorizaciones, sin sufrimientos ni penurias demasiado humanas. Y esto hace que su ritmo de innovación sea autónomo y demasiado vertiginoso, demasiado incontrolable. Por tanto, procede la intervención pública que llame tramposos a los dopados por querer acabar con el negocio del deporte demasiado pronto (el problema particular del ciclismo, dicho sea de paso, es que es un negocio de explotación poco definida, de tal modo que se le atiza sin contemplaciones). Ya el imperativo tecnológico acabará con todos el día que los científicos circunvalen definitivamente las listas prohibidas, pero de momento, parecen decir las autoridades deportivas, no crucen la raya. Lo perverso de todo esto es que, a fuerza de mediaciones simplonas, esa raya que marcan las autoridades deportivas es asumida como frontera ética.

Contador decía, con ojos de gato de Shrek, que él no se había dopado y tal… eso es porque Contador no es el médico de Contador. Lo trágico no es la incerteza a la hora de dilucidar si se ha dopado o no; lo trágico es que Contador, Nadal, Gasol, Ronaldo o –qué demonios– Iniesta, están en esa carrera de tecnologización, en esa carrera por la que disponen su cuerpo y aptitudes a la disciplinarización científica y, paralelamente, son sacralizados como una tipología de individuos que hacen mejor el mundo. Nada menos.

Después de esta imputación, que no hayan respetado una lista arbitraria de sustancias prohibidas es anecdótico.

6/2/12

CRISIS, CLASE MEDIA Y HASTA SAMPEDRO (JOSÉ LUÍS) INDIGNADO


Hay una gran ficción que se ha activado con fuerza en el entorno de la crisis económica: la vilipendiada clase media. Fíjense que, gracias a las teorías económicas humanistas a lo Sampedro, la dicotomía clásica de la modernidad (esa que nos diferenciaba según la distinción fijada en el contrato de trabajo, obrero/empresario) se ha transformado ahora, como en una deslumbrante reconcepción mágica del panorama, en la dualidad cuasi-ética super-especulador-multimillonario-hijodeputa / ciudadano normal que solo quiere vivir en paz y tranquilo. Esta dicotomía, que funciona porque es muy fácil de aprender y porque puede ilustrarse con mucho gracejo en las redes sociales, nos convoca a todos en esa clase media abocetada por el estado del bienestar. Nuestra labor, si acaso, pasa por añorar sus buenos tiempos y empeñarnos en demandar la integridad de aquellas leyes del trabajo, en general, que protegían la dignidad de los ciudadanos medios, nosotros, casi todos. Lo que las teorías humanistas de Sampedro, el indignado, no cuentan es que el nuevo orden productivo hace tiempo que viene dejando atrás cualquier dicotomía formal en su funcionamiento, inhabilitando, así, la consiguiente trasposición cuasi-ética: por un lado Botín y por el otro nosotros, la clase media, sí, aunque... tal vez no haya que irse hasta Botín para encontrar los desajustes del sistema, porque... ¿de qué clase media hablamos? Están ustedes rodeados por una clase media que, gradualmente, imperceptiblemente, sin hacer ruido, sin grandes fallas, sin mucho lustre, acumula derechos, salarios, dividendos y otros beneficios que, de repente, la transfiguran en clase alta… altísima: asalariados exitosos, ahorradores con varios inmuebles en la cartera, personal que medra y acumula diez cargos, personal estatutario que asienta derecho subjetivo tras derecho subjetivo, jefes de servicio, de sección o de baldosa, directores generales o directores en general, responsables de esto o de eso otro aún más importante, catedráticos meritorios y eméritos como Sampedro… buena gente, en definitiva (tan buena gente que los sindicatos solo se toman en serio su causa y no la de esos otros indeterminados, el resto). Ellos son el corazón de la clase media. Visto que el resto compartimos con ellos ciertas características (el teléfono móvil, no tener un yate de más de 8 metros de eslora y no ser máximos accionistas de multinacionales), y visto que todos queremos alcanzar su estatus (algunos lo conseguirán y otros caerán desde él), consideramos que, tras oír a Sampedro, puestos a trazar dicotomías, ellos, la clase media que nos rodea –esos con los que tomamos café de vez en cuando– son de los buenos. No nos enteramos, gracias a clasemedistas como Sampedro, de que las contradicciones del capital han deshabilitado ya cualquier estructura real de economía global –en la que unos pocos príncipes maquiavélicos moverían los hilos– para habilitar tantas economías como individuos, es decir, tantas clases sociales como sujetos jurídicos. Es en esta batalla caótica donde cada uno defiende su propia valía, cada uno construye su victoria y cada uno lucha por esos ya escasos derechos laborales como por una camiseta que lanza el futbolista estrella a la grada… Y una vez construida y asentada la victoria, todos la llaman derrota para que la despistada izquierda siga luchando por leyes formales que aboceten el utopos soñado: un lugar de trabajo común y homogéneo. Se trata de leyes que, aplicadas, garantizan el bienestar de algunos –los que ya son estables–; se trata de leyes inadaptadas e incapaces de poner freno a la colonización capitalista de otros muchos –los inclasificados–. Porque hace tiempo que las dicotomías no agotan la complejidad social y laboral. Porque hace tiempo que deberíamos luchar por un derecho social que trascienda estabilidades privilegiadas y selectas, como las de la alta clase media. Pero ni Sampedro, ni la izquierda, se quieren enterar.

1/2/12

FACEBOOK COTIZARÁ EN BOLSA


Facebook está a punto de cotizar en bolsa. Parece una de esas noticias tecnológicas enmarcadas en las rarezas de la nueva economía... pero es algo más. Y es que esta noticia anuncia la recursividad económica más perfecta a la que hayamos asistido desde Google: Facebook produce posibilidades añadidas para la venta de mercancías a partir de la interacción de sus usuarios, de modo que Facebook tiene un valor global calculado con base en las posibilidades de negocio que ofrecen los datos de personas conectadas que se hablan, se miran, se comentan... Ahora la empresa de Zuckerberg sale a bolsa y, con ello, variará su valor en función de las posibilidades que el inversor calcule de que los datos de usuarios indiquen posibilidades para hacer negocio, es decir –y saquen una pizarra para afrontar la siguiente oración– Facebook variará su valor en virtud de las consideraciones de ciertas personas sobre el valor de los datos de otras personas para animar a más personas para que compren mercancías... una deriva un tanto incierta... Se trata de la sublimación de una economía sin referencias objetivas erigida sobre el acontecimiento fugaz del negocio imprevisible, la recogida del beneficio y el cierre definitivo. En esta lógica solo salen ganando extrañas presencias pseudohumanas que invierten y corren (Bono el de U2, Microsoft o Goldman). Los demás, los que tenéis estómago y necesitáis dormir de vez en cuando, estáis perdidos (salvo si pertenecéis a una incierta y selecta clase media...).

30/1/12

LA LIBERTAD EN LA ERA DE SU REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA

El humanismo anda algo aturdido en los últimos días, intentando agarrarse como puede a su metafísica de la libertad y al resto de sus zarandeados universales, en medio de la tormenta. De golpe, Twitter rehabilita los cercos soberanos y nos confirma que el espacio globalizado es mucho más estriado de lo que cabría esperar, incluso para las mercancías inmateriales (léase tweets). No deja de ser paradójico que se le reproche a Twitter que pretenda delimitar una forma de libertad de expresión que el propio sistema ha creado. ¿O es que hay una especie de libertad universal encarnada en cada uno de nosotros y que es la medida de todas las acciones humanas (como viene a decir el despistado de Juan Cruz con pose kantiana)? Pues va a ser que no. Toda la retórica ampulosa del humanismo y sus dignidades metafísicas nos despistan hoy más que nunca, cuando esa “posibilidad de hacer” que es la libertad está esencialmente mediada, técnicamente construida, alienada en el sentido preciso del término. Curiosamente, las proclamas humanistas son hoy pataletas en el departamento de atención al cliente de Twitter.

29/1/12

LA INDIGNIDAD DE NADAL

Todos los grandes partidos de Nadal tienen un punto indigno. Y es que después de 5 o 6 horas de sangre, sudor y bananasshots, persiste la sensación de que, una vez más, Nadal ha ganado (o casi) a un tipo más talentoso que él. La marca España -convenientemente ondeada por el deporte desde la inversión en médicos en Barcelona'92- rompe a cantar la chanson de Nadal, que es la historia de un chico que, a golpe de voluntad, esfuerzo, tesón, confianza y colacao, consigue ser el mejor. Sin embargo, la composición del colacao es muy compleja, tanto que no es Nadal quien lo toma, sino el colacao el que ha acabado por engullir al entrañable Rafa. Porque Rafa, en realidad, es un producto, una cosa, el resultado de complejos cálculos, el hombre-máquina cartesiano que automatiza trayectos, aceleraciones y golpes... Federer, el tenista más talentoso de todos los tiempos, el jugador imprevisible que practica un revés indistiguible de una derecha y que no corre porque golpea a bote pronto deliciosamente, debe de estar harto de que la misteriosa gasolina de Nadal no se agote nunca, de que no necesite usar el revés porque sus piernas le colocan siempre de derecha, de que no necesite golpear a bote pronto porque sus cuadriceps le transportan donde quiere y cuando quiere...   Pero esto, querido Roger, no se negocia. Porque Nadal no es solo la maquinización del deporte o la homogeneización de una disciplina en la que el talento se vuelca a protocolos de éxito deshumanizados, sino que Nadal es, sobre todo, lo que se espera de cada uno de nosotros.

23/1/12

DICEN QUE YA ESTÁ AQUÍ LA WORLD WAR WEB

Dicen que ya está aquí la World War Web. No se sabe bien si lo dicen a modo de evocación romántica de la brega militar o si lo dicen con una frívola aunque cómica intención literal, es decir, con la pretensión precisa de describir un mundo en guerra. Para este último caso, caben una serie de precisiones que den enjundia –o resten frivolidad, comicidad– a la afirmación: Y es que en los últimos años se suceden en el ámbito cibernético diversas prácticas que, en cierto modo, proceden obviando las cortapisas jurídicas clásicas que compartimentan el acceso al mundo y sus recursos (filtración de datos, descargas libres, intercambio de archivos, licencias abiertas, allanamientos de sitios web, etc.). Se trata de prácticas –algunas belicosas– que aprovechan al máximo la dificultad de trazar cercamientos y jerarquías en un sistema comunicativo que, por definición, funciona en redes inestables y donde la aplicación del derecho es más incierta que nunca. Frente a estas prácticas, la fuerza ejecutiva de lo jurídico improvisa –en sus respectivos Estados y más allá– actuaciones represivas que pretenden reintegrar las titularidades prescritas y proscritas.
En esta fenomenología básica de los acontecimientos apenas se vislumbran las trincheras de una guerra, que incluso pueden confundirse con una redada policial en busca de delincuentes comunes. ¿Cómo puede, por tanto, encajarse esta fenomenología en la teoría de la guerra más allá de la metáfora plana? Sin duda no estamos ante una guerra entre bloques de soberanías delimitadas. No se trata tampoco de una guerra de guerrillas en la que el individuo rebelde defiende una bandera incorruptible en terrenos montañosos. Ni siquiera se trata de una resistencia tenaz en la que el resistente se confunde aviesamente con el invasor… La única manera, por tanto, de encajar estas prácticas en el concepto de guerra es inventando, ad hoc, una cuarta e incierta tipología de guerra que estira al máximo la categorización clásica del concepto, que es el único modo de no resultar frívolos: tal vez la World War Web esté inaugurando una nueva versión de conflicto bélico en el que se confunden metáfora y literalidad, apariencia y realidad, discurso y praxis:
Con internet como campo de batalla están conformándose los parámetros de una suerte inédita de guerra en la que el combatiente no es un individuo. A diferencia de los batallones, las guerrillas o la resistencia, la legión de internet no recluta integralmente individuos, sino que se constituye, precisamente, a partir de ese desvanecimiento del sujeto que procesa y comparte desde difusas ip’s, desde inciertas titularidades, desde un pretendido anonimato y desde la militancia precaria. Y así es como, en esta guerra, el sujeto es un ente cruzado por las paradojas que transitan un campo de batalla reticular: en esta guerra, un mismo sujeto puede defender la titularidad de su trabajo (que es el único modo de procurarse la integridad del cuerpo) y, al mismo tiempo, compartir obras que el derecho atribuye a otros sujetos; en esta guerra, un jurista, un político, un informático, un administrativo o un policía pueden trabajar en la gestación y aplicación de regulaciones y cercamientos y, al mismo tiempo, participar en un ataque DDoS, desarrollar códigos abiertos o, más sencillamente, poner en común una canción que se propagará sin obstáculos. Se trata de una guerra en la que un trabajador de la SGAE puede ser un uploader de Megaupload; una guerra en la que los soldados son perfiles borrosos que en ocasiones se activan y en ocasiones se esfuman; a veces están en un lado de la trinchera y a veces en el otro. Se trata de una guerra de militancias enclenques en la que los disparos se curvan hasta hacerse siempre fuego cruzado; una guerra en la que muchos combatientes no saben que participan y en la que los agentes dobles no se reconocen a sí mismos… Una guerra sin lealtades, sin uniformes e incluso sin bandos… Entonces, ¿por qué demonios lo llaman guerra? Aquí la interpretación ad hoc: porque estas actividades que surgen de la no-integridad de los sujetos están tejiendo, a su vez, el tamiz ideológico que depurará la realidad por venir. Si las revoluciones decimonónicas tamizaron nuevas formas de representación, si las guerras mundiales tamizaron los estados de derecho y si la guerra fría tamizó el tardocapitalismo, la World War Web adquiere el estatus bélico porque, aun sin alistamientos de sujetos, está poniendo en tela de juicio la ordenación de titularidades que el derecho propone para el mercado como nunca antes se había hecho. No hay nadie cavando la trinchera, pero la trinchera está siendo cavada. En la World War Web se está disputando el discurso que tamizará el orden aplicable a un mercado cada vez más indefinible; y el capitalismo, a diferencia de esa vaga opinión que circula en tesis insustanciales, es definición precisa de las titularidades que mercadean, es regulación, es fijación de posiciones. En esa dicotomía que enfrenta la definición/indefinición del mercado, se entrevén las trincheras. Los tiempos y lugares del conflicto (cazas de brujas, campañas de ideologización, estados de excepción, bombardeos de servidores…) son cosa de visionarios y guionistas de cine bélico.

20/1/12

EL CIERRE DE MEGAUPLOAD Y EL DERECHO CORTOCIRCUITADO

El cierre de megaupload es uno de esos momentos icónicos mediante los que generaciones futuras (o extraterrestres) comprenderán mejor nuestro modelo de sociedad. Y es que este hecho no se aprehende en toda su relevancia si atendemos solo a la privación de material audiovisual que padeceremos a partir de ahora; la trascendencia del cierre de megaupload radica en la eclosión definitiva y con alcance global de esa reinvención del derecho que no acabábamos de creer, pero que ya está aquí, con sopa o sin(de) ella. Y es que el derecho moderno ha sido, esencialmente, el modo de procurar titularidades cuyas cargas y privilegios, posteriormente, se negociaban en un marco de racionalidad determinado (decía Moulier Boutang que lo que caracteriza al capitalismo respecto de otros sistemas de relación es la invención jurídica de la empresa como titularidad que responde solo con su propio patrimonio, exonerando de responsabilidad patrimonial a la persona física). La fijación de titularidades, históricamente, era cuestión de policía y guardiacivil-ización: cercamiento de campos abiertos, catalogación de mano de obra, delimitación de autorías... Sin embargo, llegada la economía de la información y el conocimiento -esa que, por definición, gesta su riqueza en "lo común"- parecía poco probable que la guardiacivil-ización actuara con el arrojo con el que se ha cerrado megaupload. Parecía poco probable porque es evidente que, en esta economía de lo común, seguir marcando titularidades precisas se revela cada vez más como una ficción insostenible e impracticable. Y sin embargo el derecho ha decidido cerrar megaupload, que es ese campo por el que todos habíamos caminado alguna vez, como esos campos que transitaban los paisanos del siglo XVIII hasta que un tipo uniformado se acercó a decirles que aquello era privado, es decir, privativo de otro, como un cepillo de dientes. Parecía imposible que el derecho siguiera aplicando esta lógica en un mundo de productos inmateriales, reproducibles e intercambiables con inmediatez; sin embargo, el derecho ha sabido reinventarse: atrapar al ladrón habría supuesto el cortocircuito final, ya que entonces, con las cárceles más llenas que las calles, habría que darle otro nombre a nuestra sociedad. De este modo, el derecho ha decidido meter en la cárcel a determinados mediadores de la puesta en común, así como cerrar servidores que, hoy en día, son nódulos referenciales del proceso de compartir. Batalla ganada, orden reestablecido. Lo que el derecho no sabe, pero sospecha, es que estos servidores que hoy son una referencia por su capacidad distributiva, son solo el paso intermedio para un sistema puro de P2P en el que no habrá nódulos, sino redes entre usuarios. Será entonces cuando la lógica jurídica que hoy ha metido en la cárcel a los responsables de megaupload llame a nuestra puerta y, como un guardia civil decimonónico que ordena los campos, nos pida que le acompañemos. Será entonces cuando el derecho necesitará reinventarse de verdad o acabará encarcelándose a sí mismo.

16/1/12

TÚSÍQUEVALES

Dicen todos los expertos en sensibilidad que es que la crisis, en fin, los mercados, ya se sabe, la especulación y blablabla... como si lo que se hace en esas esferas financieras fuera muy distinto de la ética que rige nuestras vidas. Y es que en los mercados, especulando, se pretende que, de rebote en rebote, apoyado en inciertas y difusas referencias, lo que hoy se compra por un poco, mañana se venda por un poco más. Nada muy distinto de lo que se ha procurado desde tiempos remotos si no fuera porque esas referencias que marcan el precio de compraventa ya no son previsibles, ya no responden a fórmulas referenciadas a un fijo (digamos, con los fisiócratas, la tierra, por ejemplo), sino que son coyunturas caprichosas que marcan tendencias descabezadas. Y en eso se han convertido nuestros trabajos: acumulación de activos dispuestos a ser apostados en un bien o servicio que ojalá, diosmíoporfavor, guste al público. La relación de la labor desempeñada con una necesidad fija es mera casualidad. Todo pasa por relacionarse ventajosamente... todo es un túsíquevales donde, por ejemplo, cantar haciendo el pino puede hacerte un triunfador... todo es una partida de póker. ... todo es perniciosa especulación... Y eso que hace la banca es, en definitiva, lo que hacemos todos en nuestros respetables trabajos y emprendimientos... incluido este infravalorado blog!!!

11/1/12

La realidad es la que es y las cosas son como son, pero...

Debemos hacer sacrificios, no nos queda otra.

No te des cabezazos contra la pared. El mundo es así. ¿Qué vas a hacerle?

"Asistimos, pues, a la formación de un sistema: la filosofía de las coacciones. Los determinismos sociales ya no se conciben como obstáculos que hay que vencer, datos que se han de dominar y apropiar por medio de la acción consciente, sino como fundamentos, como constituyentes, determinantes; en otras palabras, como principios coercitivos que se han de observar y respetar. Y eso por razones políticas (...) La filosofía convertida en metalenguaje de la estrategia de clase encubre y justifica esa estrategia. No la presenta como proyecto a escala global ni como proyección de una voluntad política, sino bajo la rúbrica de las necesidades que tienen fuerza de ley. De la filosofía de lo finito y de la finitud se pasa a la aceptación de las cosas tal como son, de la vida tal como es. Sofisma en contradicción con la filosofía."

Henri Lefebvre. La vida cotidiana en el mundo moderno. París, 1967.

9/1/12

EL DISCURSO ILUSTRADO DE KEN ROBINSON


Y con este discurso ilustrado (que quiere decir que incorpora ilustraciones, no caigamos en la herejía de postrarnos ante opiniones demasiado luminosas) Ken Robinson, gurú de la nueva economía -o de los recursos humanos, que es lo mismo- nos cuenta lo que el conductismo piagetista viene inoculando en los planes de educación europeos durante los últimos años: no hay nada mejor que la desautorización de la razón para que el capital rearticule sus relaciones innovadoras y multiversales para, por fin, poder salir de esta y que todo vuelva a ser graciosamente irracional... de este modo, la única manera de que la escuela les resulte atractiva a los alumnos es que sea tan versátil y colaborativa como Facebook, tan estimulante como la pantalla que está por venir. Bienvenidos al pensamiento superficial.
Pd: Toda la carga crítica de lo leído anteriormente será olvidada en cuanto cierren esta ventana.

5/1/12

EXISTENCIAS REALES

Los niños saben perfectamente que, en estos tiempos de mercado pletórico y flujo comunicativo, todo lo imaginable se puede realizar; más aún, y sobre todo estos días, saben que todo lo que puede ser imaginado, debe ser realizado. Y así es como la comunicación y la tecnología se afanan por conocer los gustos del consumidor y por implementar técnicas de neuromarketing en la fabricación de nuevas mercancias, que serán las mercancías soñadas (¿nunca les ha pasado soñar con el ipad o el kindle o con una playa del Caribe y, de repente, como un espejismo en lcd, verlo reflejado en la pantalla de su pc?). Los niños saben que sus sueños, sus deseos, sus querencias más íntimas, son el material del que se nutre el creativo, el publicista, el ingeniero, el vendedor... En estos tiempos de mercado pletórico y flujo comunicativo, la única diferencia entre lo verdadero y lo verosímil es un breve lapso de tiempo, porque todo lo que puede ser verdad, lo será. Dicen que los niños de ahora son mucho más listos porque saben que todo es mentira, que es lo mismo que saber que todo será verdad... así que esbozan media sonrisa cuando sus ingenuos padres se cuadran, tosen nerviosos y les dicen... ehmm, estoo, hijo, que los reyes no existen... Y los niños mantienen la media sonrisa porque ya se sabe que ahora los padres compran regalos para que unos reyes magos con contrato temporal los repartan en actos multitudinarios, pero no queda muy lejos el servicio por el que esos mismos reyes magos, a cambio de un pequeño extra, trepen a las ventanas de los niños y les dejen los regalos bajo la cama...

3/1/12

QUERIDO RUPERT...

Que el ministro de economía español le pida consejo por twitter a Rupert Murdoch -y, sobre todo, que nos lo creamos- es la constatación final de que la razón comunicativa fue cosa de otros siglos: el responsable de una disciplina de cálculo autorreferencial se comunica mediante una interfaz ordenadora de información con el mayor monopolista de medios de comunicación conocido. Todo lo que digamos sobre el asunto no tendrá la más mínima trascendencia.