Ahora es cuando todos enardecemos, porque ahora es cuando podemos verlo todo en clave de sencillas dualidades comprensibles: las masas parecen estar muy seguras al posicionarse contra la flexibilización de la nueva reforma laboral, esa que marca la frontera entre trabajadores y empresarios; y las masas parecen convenir, sin duda, que si por ellas fuera estarían quemando edificios, como en Grecia...
Pero esta teatralización en la que, estos días, las masas se encuentran a sí mismas, es un coletazo del pasado, una reminiscencia proustiana: en realidad la masa no sabe muy bien si está compuesta por trabajadores platónicos o por creadores aristotélicos; porque en el fondo de la masa desestructurada, es decir, en el fondo del sujeto, se cruzan corrientes de difícil conciliación: la masa quiere ser unidad obrera pero la masa se agrieta en átomos de creadores únicos y especiales, genios, todos genios hiperformados. La masa quiere ser belicosa frente al empresario, pero la masa es un agregado de individuos heterogéneamente cualificados que sublima sus capacidades hasta convertirse en empresario que apuesta por sí mismo. En esta esquizofrenia, lo que la masa no sabe es que si los trabajadores griegos consiguen escapar del yugo europeo y luterano, les espera la estabilidad laboral a golpe de moneda devaluada y exportación de barcos, es decir, a golpe de trabajo manufacturero y periférico. No se trata de que a los trabajadores europeos les falte conciencia de clase, sino de que tienen conciencia de no querer volver a los astilleros habiendo probado los ordenadores personales, el diseño, la gestión de recursos, el arte, la cultura y, en general, la economía especulativa 2.0.
El ejemplo griego pone en escena la organización de las masas frente a enemigos reconocibles que les cierran las escuelas, los hospitales y los astilleros... ¡ojalá consigan repeler a esos europeos e inventar alternativas! Pero el ejemplo griego, traspuesto literalmente al resto de Europa, es una frivolidad. Porque la experiencia helena solo puede tomarse en serio convenientemente modulada; porque aquí ya es tarde para creernos rudos estibadores de puerto...
Está claro que la masa deja de ser homogenea en cuanto se le da un minimo aumento a la lente con la que se mira, al igual que de esas sencillas ideas que proclaman comienzan a aflorar complejidades en el mismo momento en que se expresan. Ni la masa es tan masa ni las ideas son tan sencillas.
ResponderEliminarPero está claro que algo ha fallado, y que algo se puede hacer, y ese es el principio de todo esto, ¿no crees?.
No es que no queramos volver al astillero o al campo, es que estamos viendo como lo que nos rodeaba está empezando a caer como si de un decorado de cartón piedra se tratase: resulta que los paises europeos no son soberanos, sino que su economía depende de "los mercados", esos entes desconocidos, y su credibilidad de las "agencias de calificación", así que tienen que hacer lo que dicte Europa (Merkozy, da la sensación) si no quieren que pase "algo mucho peor".
Lo que une a esa masa es el común enfado por no entender cómo se les ha llevado hasta aquí sin que nadie les avisara y sin su consentimiento.
Todo esto, en mi humilde opinión, claro.
Lo trágico, Marta, es que pretendemos una unidad de acción para la que no existe el basamento homogéneo que existía hace 30 años (o que, en buena medida, existe hoy en Grecia). Debemos explorar nuevas vías y, en esta lógica, puede resultar contraproducente exaltar la conciencia de clase de los griegos, como si ahí estuviera nuestro déficit para alcanzar lo revolucionario...
EliminarEl problema es que solo nos sentimos clase trabajadora, hermanados, cuando nos zurran. Cuando las cosas aparentan ir bién, pretendemos ser clase media.Asi lo veo y lo siento yo.
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