Facebook está a punto de cotizar en bolsa. Parece una de
esas noticias tecnológicas enmarcadas en las rarezas de la nueva economía...
pero es algo más. Y es que esta noticia anuncia la recursividad económica más perfecta
a la que hayamos asistido desde Google: Facebook produce posibilidades añadidas
para la venta de mercancías a partir de la interacción de sus usuarios, de modo
que Facebook tiene un valor global calculado con base en las posibilidades de negocio
que ofrecen los datos de personas conectadas que se hablan, se miran, se comentan... Ahora la empresa de Zuckerberg sale
a bolsa y, con ello, variará su valor en función de las posibilidades que el
inversor calcule de que los datos de usuarios indiquen posibilidades para hacer
negocio, es decir –y saquen una pizarra para afrontar la siguiente oración– Facebook
variará su valor en virtud de las consideraciones de ciertas personas sobre el
valor de los datos de otras personas para animar a más personas para que
compren mercancías... una deriva un tanto incierta... Se trata de la sublimación de una economía sin referencias
objetivas erigida sobre el acontecimiento fugaz del negocio imprevisible, la recogida del
beneficio y el cierre definitivo. En esta lógica solo salen ganando extrañas
presencias pseudohumanas que invierten y corren (Bono el de U2, Microsoft o Goldman). Los demás, los que tenéis estómago y necesitáis dormir de vez en cuando, estáis perdidos (salvo si pertenecéis a una incierta y selecta clase media...).
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